Esta tarta ha sido muy especial, la preparé para mi padre, que por su 70 cumpleaños le preparamos una fiesta sorpresa. Los 70 ya empiezan a pesar, así que ha tenido que ir dejando de lado el tenis y el padel, para dedicarse al deporte del que siempre renegó, y que al final se ha convertido en una pasión, el golf.
Empecé modelando un muñeco, intentando que se pareciera a él, y la verdad es que para ser mi primer modelado grandecito, no me salió del todo mal, del parecidooo... bueno, podemos de ir que se parece en la nariz y en el color del pelo... poco más, la verdad.
La tarta, tres capas de bizcocho de vainilla, bañado con almíbar de canela y rellena de chocolate.
En el hoyo, la bandera con el número 70, y asomándose por él un topillo, antes de que llegue la bola.
Y como él siempre tiene el "pel-la" en la boca, le puse Pedro, El Perla.
Trituré unas galletitas de canela, que por cierto me había regalado mi padre, para simular la arena.
Las supervelas las encontramos mi madre y yo en una feria que pusieron al lado de casa, una especie de mercado medieval, o mercado artesano... de esos que ponen tenderetes y puedes encontrar desde un gorro de lana, hasta un chorizo de cantimpalo... Las vimos, y nos parecieron ideales para la fiesta, aunque no sabíamos cómo quedarían en la tarta. Y acertamos, porque quedaron genial.
Su cara de sorpresa al encontrarnos allí a todos... es indescriptible, después del enfado que tenía conmigo por no haberme acercado a merendar chocolate... ¡Mil perdones papá! Fallaron los de los globos y me fastidiaron todo el plan de tarde que había programado.
Muchísimas gracias a todos los que colaborasteis para qué la fiesta saliera tan bien, amigos, tíos, primos... GRACIAS de verdad.
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